si hubiéramos sabido que los gatos
monteses se mueren boca abajo,
que tú no eras un verso
ni una tarde de sol en las vidrieras
si hubiéramos sabido que la muerte nos
cabe en el bolsillo
como cabe un instante o como cabe
toda la luz del mundo en un estanque con
los grifos abiertos
si hubiéramos sabido que matar a un
alondra nos convierte
en turistas de nada e instigadores
de cualquier desenlace
como a ti, madre, a ti, alondra
entonces,
como a ti
cuando todos los niños del verano se
dormían velando
sus cajas de juguetes, cuando todos los
mares
apagaban las luces y sellaban
las heridas de un cristo dos mil veces
caído,
dos mil veces clavado.
Si hubiéramos sabido lo que cuesta
mantener en el cielo
el peso de los astros,
si hubiéramos escrito ingravidez donde
escribimos bálsamo,
como a ti, madre, entonces,
como a ti
que te hiciste de luz antes de
hablarnos,
que empezaste a morir cuando eran falsos
los días y las guerras se perdían muy
lejos,
y éramos nosotros
muñecos de guiñol decapitados a manos de
algún telegrafista,
pequeños proletarios
mientras tú nos mirabas comprendiendo.
Si hubiéramos sabido únicamente,
sospechado siquiera,
si hubieras advertido
lo que pesan las lágrimas de un
huérfano,
dime,¿tú
a qué lado del mar te hubieras muerto?
.
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