Sobrevivir apenas,
permanecer atado a un corazón que ni siquiera es tuyo
es la forma más clara de intuir
la desnudez del aire entre los árboles.
El paisaje después de la batalla es todo tuyo,
las briznas de la noche,
las alcobas a oscuras,
el viento y las campanas roncamente,
el dolor y el amor entre volcanes,
los abades cornudos, las vestales talladas, los cielos de ceniza,
todo,
absolutamente todo
y el mar te pertenece.
En la guerra no cuentan los silencios sumisos ni el fervor
de las viejas catedrales,
no cuentan las estancias vacías ni los bonzos sagrados
que puedan parir los escorpiones,
cuanto existe no existe porque un dios benevolente
lo ha engendrado en la tristeza del mundo,
lo que quedan son símbolos,
escombros,
luminarias de pólvora;
los que han muerto han muerto por imbéciles:
no han sabido adecuarse al milagro de la supervivencia.
Sus estrellas, su música y el desnudo perfil de las mujeres
que alguna vez amaron,
por lo tanto,
también te pertenecen.
420
No hay comentarios:
Publicar un comentario