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Hay en ti un impulso que te anima
más allá de este idioma que palpita con temblores de aljibe,
hay en ti un anhelo insatisfecho, un amor
que te llama a más amor
y tú no entiendes
de avenidas sin luz, de puentes rotos,
de madres por sorpresa que estrangulan el tiempo en el reloj.
Tu cuerpo no es tu cuerpo ni las flores estúpidas contienen
suficiente morfina,
tu cuerpo es un dolor que se mantiene triunfante,
un dolor a madera y a cipreses en junio
que fecunda los campos de labranza,
persiste,
multiplica
y a falta de doncellas marinas crece a solas.
¿De qué te sirve, amigo, envejecer
sin mirarte a los ojos,
de qué te vale amar las arboledas de trayectos urbanos
si ahora tienes
como único aliento el cadáver de tus hijos?
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