Que yo sepa
jamás he estado allí, pero conozco a esa gente,
los largos bulevares, el olor a café,
el extraño roncar de los semáforos
y los ojos de anís de los mendigos.
No sé por qué razón
más pronto o más temprano regresamos
siempre a nosotros mismos,
aunque a veces ocurre
que la vida sucede de otra forma
y las cosas caminan junto a ti
como si fueran tuyas
y hasta mueves los brazos,
pronuncias las más tiernas palabras de la historia,
te cepillas los dientes
y calculas
las raíces cuadradas de los bosques.
Pero la muerte no,
que la muerte es un acto subversivo
y no admite elección:
morir muere quien puede,
quien no sabe morir sigue esperando
como un toro de piedra a que le traigan
la luz los gorriones.
Yo nunca he estado allí,
pero despierto
y a veces no está el cielo todavía
con su cara de cielo ni los pájaros
tienen la transparencia de los pájaros.
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