Porque poco o muy poco sé de nada
y cuando miro al mundo
el viento llora
y una luna de anís duerme en mis ojos
como un dolor de arcilla en los tejados,
porque apenas hay nombres para inviernos antiguos
y el tiempo está crecido en las retamas
hablaré solamente de fragatas hundidas,
de casas derrumbadas,
de preguntas
mordidas por el vuelo de los pájaros,
hablaré de la escarcha de los prados,
de la orfandad eterna del olivo,
de las tardes dictadas entre adelfas
de felpa y abedules…
Porque poco o muy poco sé de nada
hablaré,
cuando hable,
de mí mismo.
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