Me decías
que simplemente el hecho de arrojar una piedra
puede cambiar el mundo
que una mera derrota no envejece,
lo que avieja
es sentarse a mirar cómo un barco se ahoga con todas sus tristezas
y esperar a que el tiempo te devore de pura ineptitud.
Advertías también
que el futuro se escribe con fragmentos de las cosas usadas
y que un día sin muertos
es igual que una mosca en el lagrimal de un niño.
La excepción a la regla sólo sirve
de coartada a los verbos pusilánimes,
mañana necesita de viajeros que se amen sin reservas,
de adalides anónimos
y muchachos que llegaron al margen
de un corazón de ayer.
Quizás por eso,
estoy dispuesto a todo y a pesar de mis dudas
conmemoro contigo la dicha de estar vivos.
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