viernes, 16 de marzo de 2012

Imagínate ahora que estuvieras en brazos de tu padre



Imagínate ahora que estuvieras en brazos de tu padre
recibiendo el bautismo,
imagina
tu boca tempranísima, tus ojos empezados y el temblor
de tus labios aún provisionales,
imagínate, sí,
que soy carne mortal y me mantengo
de limosna diaria, desviviendo distancias,
reescribiendo papeles de periódicos.
Yo me puedo acordar de algunos gestos tuyos
que eran como un instante, como un quedarse solo entre dos nubes
de acero lastimándose,
puedo pintar tus manos como una prontitud
o una blancura
dispuesta a derramarse, y sin embargo
cuando acabe de hablarte,
cuando acabe de hablarte estas malditas hormigas que muerden la lengua
seguirán siendo hormigas,
esos ojos castaños y tan tuyos
se esconderán de nuevo detrás de los visillos
y no podré volver ni decreciéndome a ratos a alcanzar
la estatura del miedo.
Quién diría que han sido nuestras aguas azules las que han hecho
que el río bautismal se desbordara
y ahora crezca en las márgenes
una escuela de niños con arrugas de ancianos,
quién diría
que hemos ido abortando las palabras justo antes
de aprender a decirlas con los ojos.
No acabo de entender si es que he llegado a la vida un poco tarde
y todas las bondades y el olor a manzanas y el hecho de mirarnos
a fuer de ser pretéritos
ya están sobreseídos y ahora tengo
los días y las horas apostados detrás de tus ropajes
pero no puedo verte,
ni apareces a tientas, ni compartes conmigo las palabras de lluvia,
ni se empañan los arcos de tus ojos cuando cierro los míos.

Imagínate ahora
que hubiera negociado con la muerte mi primogenitura
y ya fuera un altar desheredado
y tus manos me tocaran lavándome
y tu cuerpo
se enterrara en mi cuerpo con los besos de ayer aún calientes
sólo de vez en cuando.

Imagíname a mí,
cuando al sur de tus sueños se desmayen
los peces fluorescentes.

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