jueves, 15 de marzo de 2012

Debo admitirte, madre, que tenías razón,

Debo admitirte, madre, que tenías razón,
que este oficio de andar sobre las nubes como si fueran ciertas
no es propiedad de nadie, ni siquiera
de quien lleva un cadáver insepulto guardado en su automóvil
y le habla a escondidas mientras huyen
cóncavos los fantasmas
sobre el retrovisor.

Lo sabías,
sabías que a pesar del conjuro de las alambradas metálicas,
que a pesar de la cólera asesina con que impregnan la noche
los tubos fluorescentes
esto iba a ocurrir,
las mañanas bandidas clavadas al andén,
el tifus de los álamos,
el aire
que ha poblado de bosques transparentes los sórdidos castillos,
el frío de guiñol,
el decorado,
los títeres,
todo cuanto ha venido alimentando este llanto
cerrado de la vida.
¿De qué sirve
la humedad de una lágrima si están altas las nubes
y no hay nada, ni siquiera una luz
difusa en el crepúsculo?

Y tenías razón:
no le crecen a un huérfano las manos
al amor de los gestos que repiten los árboles.

Poemario Un olor a jardines descuidados (2009)

XI Premio Internacional de Poesía Luis Feria

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