jueves, 15 de marzo de 2012

Aquí, sin más testigos que la luz de los pájaros



Aquí, sin más testigos que la luz de los pájaros,
sin más sol que este sol que nos queda de la infancia,
aquí, solos los dos,
y el corazón en blanco después de la batalla
me podrías decir
si conquistar el mundo,
construir más ciudades, rascacielos, faros intermitentes
o hacer que de unos granos germinen mil espigas
en algo se parece
a la felicidad.
Y si no, a qué enceras los muebles, a qué guardas
los paisajes en ruinas, las nubes que golpean las ventanas,
los sombreros de época o las flores de ocasión.
Todo cuanto hemos ido apilando tiene nombre
cuanto has ido palpando era el reflejo de cosas que viajaban
de un aeropuerto a otro,
simples sueños,
amores que esperaron a una tarde exultante de balcones
para hacerse la foto,
gestos,
ritos,
monótonas figuras de alabastro tras el cristal nublado.
Dime entonces
si dormir con la luna entre las manos
sin llegar alcanzarla
te ha servido de algo, si evocar
las sandalias eléctricas que lleva un alpinista
te ha supuesto vivir como los peces mecánicos
más allá del absurdo de las reiteraciones.

Amor, se han apagado
las señales que apuntan obscenamente al tiempo
y el agua y el silencio nos desbordan,
dime sólo una cosa,
dime que alguna vez, un día acaso, fuiste feliz conmigo,
lo demás son dibujos trazados en la arena, solamente
palabras.

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