miércoles, 20 de enero de 2010

Aquel viejo tranvía...



Aquel viejo tranvía
que a veces pareciera tan joven como tú,
aquel viejo tranvía que fue el último
juglar que conocimos
ya no escribe,
ya no lleva en su piel el tatuaje
de una ciudad a ratos,
ya no sabe
que a las dos de la tarde los cadáveres
juegan a no morirse y se disponen
a una siesta muy larga.
Aquel viejo tranvía hoy es sólo
un personaje apócrifo,
alguien que no ha existido,
alguien tan ilusorio como aquellos
muchachos que quemábamos el mundo en celtas cortos
y a las once orinábamos latín.
Alguien tan virtual como tú y yo.
Me he sentado a esperar junto a un silencio azulado
aquel viento naranja en tu cabello
y tu altura desnuda y el temblor
verde sobre tus pechos,
pero aquí sólo pasan
ríos domesticados, peatones que cruzan
atropellando ángeles.
Y vuelvo a la ciudad donde el tranvía
y el viejo olor a viejo
son una cicatriz que ya no existe.

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