Yo soy el que se esconde detrás de las mayúsculas
de una oenegé de barrio,
el que finge ser alguien que no finge,
el ángel que no es,
el intelectual que se despierta musitando a Louis Armstrong;
hace un tiempo también era un iluso que creía en los libros,
me afeitaba a diario y me pagaba
vacaciones a crédito;
hace un tiempo
el aire era amarillo y la memoria dormía en los estanques
de patios solitarios,
pero ahora
he dejado el reloj y no me atengo a dictados
de protocolo alguno:
sé la fecha en que estoy
por el tufo que expelen los zapatos del otro,
sé mi edad
por la forma en que acepto los escándalos que me cuentan los cisnes,
y no preciso más:
soy la imagen exacta de un ser calderoniano
y tan sólo me ocupo
en dejar testimonio de que sigo fingiendo ser yo mismo.
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