sábado, 27 de octubre de 2018

Desde el tren/no se observan paisajes, se adivinan



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Desde el tren
no se observan paisajes, se adivinan,
y si llevas anhelos en los ojos, hasta inventas el mar
y te lo quedas.

Frente a ti
va sentado ese niño que tú eras cuando fuiste
una estrella de Hollywood,
sonríe,
se asesina en los túneles y de pronto aparece
como un verbo  muy claro que destapa
tus miradas furtivas

y es que el hombre también es un paisaje
lleno de interrupciones y el presente es efímero,
algo así como un yo que de pronto se ha vuelto transitivo
y es lugar de partida al mismo tiempo
que destino final.

Tras de la ventanilla, pasa el monte del gozo y a lo lejos los pájaros
trazan bucles insólitos,
percibes
con cuanta rapidez van sucediéndose
secanos y humedades que no dejan estela y no consiguen
que las cosas conserven su perímetro:
todo tiene la misma inconsistencia que un cielo de papel,
la endeblez que advertía
cuando el sol era tuyo y te faltaban las manos.

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