miércoles, 27 de septiembre de 2017

Nací cuando tenía veinte años




Nací cuando tenía veinte años
un cincuenta de abril
y me nacieron
salpicado de gritos y en el cauce
sediento de una lágrima,
lejísimos del mar y con los ojos
teñidos de navíos.  A mi madre
se le ocurrió marcharse algunos años
antes que yo naciera y se entretiene
tejiéndole mantilla a la luna
y bufandas de lana al arco iris.
Me dijeron
que escondía arrecifes de nubes en su pecho
y llevaba el dolor como un día intransitable,
Me dijeron
que se fue con mi nombre clavado en la garganta
y en sus ojos parábolas de viento.
De mi padre...
diré que tenía padre porque tuve
la rabia de llorar, no sé si lágrimas,
no sé si urbanidad de crisantemos,
el día de su entierro:
pero no os diré más, fui apagando
sin ira las ascuas del incendio.
En mi patria no había golondrinas,
no amé a las golondrinas, no aprendí
a contar en futuro primaveras
ni supe que las grullas se llevaban
el otoño en bandadas cada tarde,
en mi patria no había caracolas,
no amé a las caracolas ni escuchaba
los ecos de la niebla.
Recuerdo que tenía el corazón lleno de mimbres
y mis manos se abrían cual ventanas
en busca de paisajes no nombrados,
recuerdo las mil caras del miedo atenazándome,
los mil  rostros del pánico mirándome uno a uno.
Recuerdo las palabras de los otros,
palabras asesinas,
palabras que mataban muy despacio,
a modo de calumnia y solamente
mataban un poquito,
como matan
la herrumbre o el salitre.
Y es que morir, entiendo,
había que morir
y era delito querer vivir más tiempo
que la uva en el lagar
o el trigo en el molino.
Nací cuando tenia veinte años
un cincuenta de abril, nací sin darme cuenta,
sin preguntar la fecha que marcaba
a las horas del miedo el calendario,
con unos pantalones sin bolsillos
y un pedazo de pan que no era mío,
lejísimos del mar, no sé por qué
pregunto todavía
si va a zarpar de aquí algún navío.

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