sábado, 27 de mayo de 2017

Qué queda de nosotros sino un poco























¿Qué queda de nosotros sino un poco
de sexo en la garganta?
Qué nos queda a los dos de cuantas cosas,
imaginamos juntos, de la risa, tu risa,
dibujada en los charcos, de los labios,
inflorescencia líquida, que hoy tienen
urticaria de hidra.
Qué me queda de ti,
qué te queda de mí sino esta lluvia
de inviernos apretados, esta lluvia
monótona,
esta lluvia rutina que no tiene
ni el latido de un pájaro,
ni el atisbo siquiera
de una palpitación imaginable.
Devuélveme el paisaje, si es que puedes,
devuélveme el silencio, si es que callas,
y llévate la voz
y las palomas
—llévate las palomas que ahora mienten
metáforas de alas—
y llévate la savia de esta tarde,
la piel que fue mi piel, y el algodón
del tacto en tus caderas.

No es tu culpa si hay veces que no escucho
el tictac de las nubes
ni es mi culpa si un viento que no es viento
te sorprende escuchando caracolas.
No culpemos a nadie,
simplemente
pasaba un autobús y lo cogimos
los dos al mismo tiempo,
los dos en la parada equivocada,
y bien,
mientras duró el trayecto
hubo puestas de sol en las colinas,
hubo pan candeal y madrugadas
que olían a domingo.
No me digas adiós, ni hasta mañana,
mejor no digas nada,
se ha terminado el viaje y simplemente
tenemos que apearnos.


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