
Fue un mero error de cálculo.
Aquel arco en los labios que escondiera
una hoguera furtiva,
aquel atardecer,
aquellas nieves
que nunca se miraran en un lago,
aquel ir y venir de las alondras
enloqueciendo el aire
y aquel sol de naranjas en invierno
ocurrieron tan rápido
que hoy no hablan mi idioma
y me miran
con ojos de ultramar como se observa
a un niño en el hospicio que ha cumplido
más de noventa años.
¿Dónde hallaré el lugar en que una ola,
una nube
o un sauce
se acuerden de mi nombre?
015
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