jueves, 26 de julio de 2012

Una tarde presientes


Una tarde presientes
que bajo los aleros de tus párpados
no quedan golondrinas y te dices
que el invierno resulta inevitable:
colgadas en el cielo se han quedado
miles de madreselvas y en el aire
ya no queda vainilla de heliotropos.
Escultor de cipreses, el otoño,
de tantas sombras ebrio,
de tantas luces huérfano,
ha firmado,
-poeta-,
su armisticio.
Y obligado, también, es el dolor:
tantos labios sin agua, tantas olas
sin playa en que inmolarse, tanta nube
derramada en las aspas de un molino
que no escucha la voz de los trigales
tenían que traer estos nublados
de pétalos marchitos, estos días
de puñales templados en aljibes
de ajenjo y agonía
y estas cruces clavadas en el vértice
de un gólgota por todos asumido





Una tarde presientes: Poemario "Los pasos que hemos dado"

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