viernes, 27 de julio de 2012

CIUDADANO DE ELEUSIS




Tú,
tan cartesiano siempre, tan preciso,
mira al cielo una noche y luego dime
si pudiste observar cuántas estrellas se mudaron de sitio
y si llegaste a contar la cifra exacta.

Tú,
Odiseo nocturno,
Poseidón de las ínsulas termales,
me podrías decir en qué arenales el tiempo
se hundirá por sí solo,
en qué mares
se bañó la epilepsia entre una jungla de abismos y alacranes
y a qué horas los muertos resucitan y a la noche siguiente nos saludan
desde un palco en la ópera.

Pero mira
que a nadie se le ocurra negar que con la sangre de Cristo nuestros cuerpos
se erigieron en puntos cardinales de todos sus pecados,
nadie venga a decirnos
a qué orilla del río es necesario acceder cuando anochece.

Nos hicimos mayores a pesar de dormir siempre en pijama,
con astillas de goma y postulados de fe,
¿qué nos importan una estrella de más o unos pardales de menos?

En cambio, tú presumes
de ser quien ha signado en rectángulos el cielo,
de convertir los gozos en peces voladores,
tú te dices
ciudadano de Eleusis y tutor de Perséfone,
domador de delfines,
alquimista,
mentor,
pero nunca te he visto entre nosotros los vivos
con chaqueta de pana y alpargatas raídas de filósofo,
nunca
dividiendo entre dos una tarjeta de crédito ni intentando
el amor en un cine.

Debieras preguntarte si es que tienes derecho a usar tu nombre.

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 LA MUCHACHA DE ARROZ

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