el lento discurrir de los inviernos,
a ese hombre que estudia entre la niebla
los gestos de los árboles
(y les habla a escondidas), a ese hombre
le conozco muy bien, sé de sus párpados
borrachos de vendimias, de la edad
que tirita en su piel olivos viejos,
sudando entre los dedos caracoles.
Sé que lleva memoria de un paisaje
con sabor a membrillos, sé que tiene
desnudeces grabadas de eucaliptos,
que no esconde
sus pétalos marchitos, sus crepúsculos
ungidos de campana en la diáspora.
Él conoce estaciones donde el tiempo
se subía a los trenes sin maleta,
estaciones de piedra, con relojes
de hielo, con andenes
que lloraban adioses de granito
y trenes de silencio donde el miedo
viajaba sin billete de ida y vuelta.
A ese hombre que hoy mide desde el puente
el perímetro exacto de esta tarde
se le han muerto los pájaros, tal vez
ya no sueñe ni pájaros, ni crea
-si le cuenta algún niño-
que hubo un tiempo en que había gorriones
saltando entre las ramas de los árboles.
Como dije hace un rato,
a ese hombre
le conozco muy bien, lleva en sus venas
la tibieza de un beso y en las manos
–ya no sé sin son manos estas manos-
las caricias lejanas de una madre.
Antología-45
“De Silencios fingidos”
Finalista IX Premio de Poesía Ciudad De Torrevieja.
Vicente Martín Martín
(01 01 10)
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