lunes, 19 de marzo de 2012

Sólo estamos



Sólo estamos
tú y yo: en nuestros ojos
termina el universo y nuestros brazos
ceñirían el mundo si quisieran,
sólo estamos los dos, carne madura, tiempo a todo color,
y en los jardines
hay un sauce inclinado que nos llama.
Quizás fuera un equívoco quedarnos tanto tiempo en este espacio
de una muerte asumida
mientras todas las voces acudían a extinguir otros fuegos
y eran altas las costas y afilada
la voz de los clarines.
¿Qué hemos hecho guardando tantas cosas en un puño cerrado?
Cultivamos la mies y no supimos quedarnos
con su verdor oculto,
para ti no encontré sino manojos
de rosas repetidas, aunque rosas no obstante.
¿No podremos callarnos esta pena tremenda de estar solos
ni esta lacia desgana que conduce al desorden
y al deseo locuaz
e inconfesable,
de acabarnos mañana?


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Sólo estamos tú y yo: en nuestros ojos 
termina el universo.

Hay un sauce inclinado que nos llama. 
Nuestros brazos podrían 
ceñir el mundo.

Y son altas las costas y afiladas. 
Quizás fuera 
equivocado 
quedarnos tanto tiempo.

¿Qué hemos hechos guardando tantas cosas 
en un puño cerrado?

Para ti no encontré 
sino verdor oculto, 
un manojo de rosas repetidas, 
aunque rosas.

No podremos callarnos 
esta lacia desgana 
de estar solos, el deseo locuaz, 
inconfesable, 
de acabarnos mañana.


Los poemas ocultos de Ana y Vicente

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