lunes, 19 de marzo de 2012

Sin mudarnos de sitio y sin mover las pestañas




Sin mudarnos de sitio y sin mover las pestañas
hemos visto morir decapitados al guardián de las islas
y al bufón que vendía cucharadas de oxígeno a las nubes,
sin mover las pestañas nos gastamos los duros en leer bibliografía marxista
y sin embargo
no tenemos un céntimo para gafas de sol cuando miramos los ojos del ahorcado.
Cada poco recorren la autopista las gacelas azules
devorando a su crías, cada poco
las amantes de invierno se amotinan en los campos de golf
y apuestan sus pestañas postizas a la piedad de los seminaristas.
Sin mover las pestañas cada día aparecen más carteros bilingües,
más modistas dispuestas a usar preservativos,
más ingleses nacidos en Vallecas,
más tontos que recorren la tierra buscando con qué hacerse una mortaja,
cada día se venden más leches desnatadas y más egos burgueses
y te piden disculpas y te insultan sin mover las pestañas
y te ofrecen su alcoba por un trozo de olivo y una cesta
con tres jaculatorias, todo ello
sin mudarse de sitio y sin mover las pestañas.
Y te encuentras flotando a la vecina del quinto en la bañera del cuarto,
a las monjas oblatas vendiendo el Mundo Obrero,
a san Ramón Nonato en calcetines
y a las vírgenes necias bordando souvenirs en los jardines del limbo.
Sin mover las pestañas se suicidan los gatos en la niebla,
sin mover las pestañas abdicamos de las rosas menores,
traficamos resinas, nos bañamos en cueros o ponemos a un ciego
una tienda de amigos invisibles.

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