Por no creer no creo
ni en la extraña bondad del petirrojo que ahora canta en las ramas,
ni en la intensa amargura de esta casa que ha cumplido dos siglos,
no creo en la timidez del alhelí ni en la indulgencia
con que llegan a mí los tulipanes rojos,
no creo en la ternura de una noche de bodas ni en la absurda
caricia de las plantas trepadoras,
no creo en un idioma abismal, en un lenguaje
de templos babilónicos,
en un cielo contiguo,
en un fulgor,
ni en un remoto jardín donde crecieran ventanas ojivales.
Por no creer no creo,
fíjate,
ni que pueda ocurrir un solo instante sin que sueñe contigo.
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