jueves, 14 de abril de 2011

Un poeta es un hombre que jamás

Un poeta es un hombre que jamás
se contiene a sí mismo,
un hombre sin maleta al que le cabe
el ajuar en los labios,
un hombre al que le crecen muñones al final de los brazos
y le brotan arenas refractarias de los ojos,
un poeta es un barco que ha olvidado que la tierra es redonda,
una llaga de luz hacia la tarde,
un silencio que viene de enlutar la vida entera,
un alma vertical,
una infancia mirándose en el fondo,
un dolor que al callarlo cometiese adulterio,
un naufragio en la frente,
una hemorragia núbil,
un tequiero de espaldas, la mañana imposible de los jueves,
la novia con ventanas, la madre sin saberlo,
la monja hospitalaria,
la nada excelentísima,
la plegaria miope,
y la sal,
la sal que de repente inaugura una palabra y al decirla
se vuelve tan incómoda que a veces nos convierte
en sala de espera de un quirófano.
Un poeta, por fin, es la metáfora
de una insatisfacción que no concluye en sí mismo.



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