jueves, 14 de abril de 2011

Quiénes son estas gentes


Quiénes son estas gentes,
tripulantes de qué,
nautas de nadie,
quiénes son los jinetes que pernoctan en la Casa del Viento,
los truhanes que untan con membrillo los filamentos de las lámparas,
quiénes son los que afilan el vahído de los acantilados
y silban al invierno como locos,
quiénes son…,
¿no son ellos los mismos que inventaron
un lenguaje de anémonas mortíferas
que hablaban en tu nombre,
los mismos que ahora dicen que los labios son puentes para hacer
transitable el silencio?
La pena es que ninguno de nosotros hemos sido
capaz de transgredir las normas del espejo,
nadie tuvo el coraje de exigirle una tregua a la noche,
de dividirla en dos,
de fragmentar
en trescientos segundos la angustia de los álamos.

Y estamos sentenciados a crecer en el lomo de una mosca,
condenados a ser los hospitales donde nunca
cicatriza la luz, acostumbrados
a vivir con las algas pegadas a los dedos de los pies
y a ignorar hasta el último instante la dirección
que llevan, incluso, nuestras balas.

¿Será mucho pedirles que me dejen,
al menos,
enterrar a mis muertos según mis convicciones?


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