jueves, 14 de abril de 2011

Llevar en el bolsillo un carné de identidad...



Llevar en el bolsillo un carné de identidad,
vivir en un país en que no usan gafas los tiburones,
recorrer los larguísimos pasillos de un absurdo aeropuerto,
pagar una hipoteca,
tener gastroenteritis o jactarte
de no haber sucumbido a un sarampión
siquiera te confieren el título de hombre.
Las palomas indígenas y todos esos perros que te siguen
nunca tuvieron patria
o si tuvieron
les ocurre lo mismo que a estos versos
que pude haber escrito en cualquier sitio;
tu patria está en tu piel, en el vacío
que corre entre tus pechos y tus ingles,
eres sangre alienígena,
tiempo desposesivo,
descendiente de Ícaro,
un ovillo de hilo entre las dedos de Ariadna.
Ser hombre es algo así como un llanto metafísico,
una especie de limbo en que se amparan
los barcos que prefieren morir fuera del puerto.



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