y es distinta la luz,
roja la nieve y tórrido el invierno.
A este lado del aire
no hay murallas de azufre ni preciso las alas
para llegar a ti.
Sólo un instante, amor, porque tú fuiste
la proa que rompió todos los hielos
y el cielo en que aprendieron a cantar todos los pájaros,
sólo un instante amor
y estar contigo
es tener en las manos todo el mar como lo tienen
abrazado los ciegos.
Y ahora que ya eres
como un dios tibetano al que consagro
el universo todo de mi cuerpo,
-mujer,
mujer apenas,
muchachita de luces en la espalda-,
entenderás al fin
que siempre fui distinto a los demás porque te he amado.
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