¿Por qué hablar de las flores
mientras arde el brasero en la escuela secundaria y los cangrejos
se ceban con los restos de las guerras antiguas?
Tan viejo estoy que ignoro
qué prodigio sucede a cada instante en que me llevo
los dedos a los labios y noto que estoy vivo,
tan viejo soy
que llamar a las cosas por el nombre que siempre rehuimos
no supone una falta de respeto,
digo amor
cuando pienso en las piernas y el aroma a membrillo que exhalaban
los muslos de las chicas,
digo pan
cuando veo el sudor y el trajinar de las hoces mientras sueñan
con los campos de espigas.
Y digo Dios
sin retórica alguna, sin promesas distantes,
digo Dios
cuando el odio y el llanto,
cuando un coro desgarrado de pájaros se acerca repitiendo
canciones infantiles.
Entonces digo Dios y estoy llorando.
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