sábado, 23 de abril de 2011

No siempre es madrugada porque llegue la nieve a las primeras

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No siempre es madrugada porque llegue la nieve a las primeras
agujas de la sierra,
no siempre es madrugada
ni noviembre,
tampoco es la tristeza periódica de un lunes
quien abre los museos, tose en los anticuarios
o pone en evidencia la escasez de vendedores de flores
en los ambulatorios.
Hemos visto nevar a cualquier hora del día
y a cualquier latitud de la semana
y hemos visto nevar sobre unas playas
en que hermosas muchachas se tatuaban los labios
con sangre de una nube,
nevar tan lentamente que parecen
copos hechos a mano.
Nieva sobre los muertos que esconden las palabras lentísimas,
nieva sobre las ánforas que guardaron la grasa de freír el pecado,
nieva sobre las plazas con estatuas ecuestres,
sobre el hedor que brota en los camposantos,
nieva sobre el insomnio y las serpientes del miedo,
sobre el hilo feliz de las cometas,
nieva sobre la mesa del forense y sobre el libro de horas
en que se acuestan las monjas de clausura
y nieva también en la lentillas
azules que se ponen las novias para ver cómo llega el primer beso.


Pero aunque nieve así
no siempre es madrugada ni te encuentras
la mirada de un niño clavada en la espina de una rosa.



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