No es que hayamos vivido tan deprisa
que pasemos de todo
ni que hayamos llorado tantas veces que quejarse
sea cosa de mudos,
lo que ocurre
es que ahora lo fácil es callar, lo oportuno
es quedarse a la orilla, balbucientes, absortos,
para no decir nada,
para no ser un cuarzo que levite colgado de una sombra
sin hilar un destello.
Hay rutas que nunca abordaremos por abuso
de asuntos periféricos,
la evidencia te arrastra a lo invisible y no hay un ángel
que administre los puentes o nos quite
las edades del luto
y el discurso no es éste, no es hacer
del temor a los grillos una conformidad o de la asfixia
un guiño a la nostalgia:
ya están hartos los muebles de guardar tan cristiana compostura
tantos años despiertos,
es preciso
que la sangre recobre su textura y su delgadez el viento,
que en un vaso de agua sólo quepan centilitros de agua y que las manos
que siegan las espigas sean la mismas
que fabrican el pan
porque, dime, si no, ¿qué les diremos
un día a nuestros hijos?
592.
No hay comentarios:
Publicar un comentario