miércoles, 13 de abril de 2011

Estas formas etéreas que contienen mi cuerpo



Estas formas etéreas que contienen mi cuerpo
me ayudan, no sé cómo, a mantener
esta sonrisa idiota,

así es como debiera comenzar este libro si yo fuera
de verdad un poeta.

¿Por qué nunca se ha dicho cómo logra el poeta que sus manos
estén sobra la mesa
prietas,
domesticadas,
calmas?

¿Cómo es que contienen la mirada hipertensa cuando escrutan
fijamente otros ojos y no hallan
más que nieblas blasfemas y pezones vampiros?

¿Qué piensan los poetas cuando escriben que el mundo
está lleno de acróbatas y ejercen
su equilibrio noctámbulo?

¿Por qué no se avergüenzan,
eructan andanadas
o se dejan morir sobre una charca retórica?

Pues no, no habrá otro libro en que escriba de flores salomónicas,
me cortaré las manos,
me teñiré la barba
y no volveré a hablar de las caderas de una niña sin nombre.
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