domingo, 10 de abril de 2011

Alguna vez nevaba

Alguna vez nevaba.
La nieve siempre abría desoladas terrazas en tu cuerpo
y las nubes viajaban en ayunas.
Muchas veces te vi sobre la escena del crimen convertida en estatua,
siempre al margen de todo, siempre el sueño
de una boca minúscula;
y érase que existían las palmeras de viento y los solsticios lunares
y las tardes olían a Chesterfield,
érase que se hacían a mano las tortugas mecánicas
y escribíamos mar con lapiceros de agua.
Porque entonces nevaba y se sabía la hora en que acudían
a asustarnos los lobos,
se sabía que estaban maniatados los ríos y las playas
supurando algas pérfidas,
por eso
bajo una flor de tinta se escondía un romance,
sobre un terrón de azúcar, un éxtasis de abejas
y decirte
era amarte dos veces.
Y así fuimos curtiéndonos a base de vicios veniales que ni eran pecados,
así fuimos llenando el corazón de granito
y así hemos conseguido tener un nombre vivo entre los dedos
y echárselo a la muerte sin deber
nada a nadie.

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