Ya sabes que por norma no me subo
al coche de cualquiera,
que soy terco,
que no presto mi mano a los adúlteros y crío
peces en la conciencia.
Yo no soy tu ciudad pero sí puedo
ser tus ojos, tu Biblia, la mañana de los días después
y nuestros hijos
vendrían de las flores como vienen
de la lluvia los líquenes
y si te lo propones
podría ser rey Midas y volver con mis dedos en oro cada lágrima.
Pero soy un perfecto cabezota y me fastidia dar mi brazo a torcer.
Invítame a cerveza y hablaremos
de gloria y redención,
de todo un poco,
y cuando ya me encuentres nadando entre tus ojos
convénceme y verás
cómo haces de mí lo que tú quieras.
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