jueves, 9 de septiembre de 2010

Notas para un poema

No olvidar un detalle:
es la hora
en que se abren las calles y los niños
caminan a la escuela.
Pongamos que es abril,
el olor a refrito de cebolla llega de cualquier parte,
hay un trozo de pan sobre la mesa,
un bizcocho de escarcha,
una angustia indecisa,
y un cristo en la pared.
Y un aviso,
no abusar de palabras con azúcar,
no contar que si el gato se aburre en el diván o que si el perro
padece tos ferina,
lo esencial
sólo es ella,
sentada por ejemplo en una silla de anea o trajinando sus labores diarias,
qué más da,
su alegría, más honda cada vez y su tristeza,
cada vez más discreta,
más puñal cada vez, han de sentirse flotando alrededor.
Su cabello ondulado, sus manos como al sur,

la frente intacta, enhiesta la cerviz

y sobre todo
con la mente muy clara aunque ahora mismo tuviese
cumplidos los noventa.
No le pondremos título,
todo el mundo sabrá que se lo escribo a la madre.

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