que otros han suscrito,
me niego a venerar a los dioses que miran de soslayo
y a admitir que es mi padre quien se esfuerza en gritarme que lo es,
me niego a ser normal,
a ser ecuánime,
a rezar cuando vuelvo abatido de una casa de putas,
cuando el miedo dibuja los colmillos de otra noche vacía
y la luna se ahoga en el fondo de los pozos.
No me siento orgulloso de mis propias derrotas,
por supuesto,
pero debo asumirlas como asumo las deudas
de un dolor inexacto, y aquí estoy,
respiro y la tristeza me viene de una nube
con olor a pescado,
me cepillo los dientes,
de cuando en cuando escucho las noticias y repaso
los boletines médicos.
Ahora sé que la vida es una flor que se regala sola,
que a un instante de lirios le sucede
medio siglo de lágrimas,
que al final
solamente los árboles cargados de nieve
se acercan a la luz.
Pertenezco a esa clase de gente que no sabe
que lo malo del hombre que muere es la distancia
y que a la postre
casi nadie se muere por propia decisión.
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