viernes, 29 de enero de 2010

Ya no estamos ni mucho menos todos...

Ya no estamos ni mucho menos todos,
ya no somos los niños que corrían por las calles desiertas
con sandalias de huérfano y olor a sacristán,
el tiempo es el cansancio que envejece los ojos
y hubo a quien
le sobró el desaliento y le faltaron
las ganas de vivir
y nos dejó.
Algunos aún llevamos la estatura en los hombros
y hemos ido creciendo hacia el bautismo
cansados de llover,
siempre hemos soportado
el tamaño brutal de las palabras
sin volvernos de espaldas, sin llorar
en las alcantarillas donde desagua el mundo.
A martillazos fuimos adiestrando a las pulgas
y nos costó entender que era imposible
desocupar a cubos el océano.
Y hacíamos el amor en los cuadernos de rayas,
en la luz que bajaba en si bemol
y en las tiendas de abastos,
amábamos a oscuras sin nombrarnos el sexo,
sin los muslos turgentes de una cuenta de ahorro.

A veces nos ocurre que al hablar de nosotros
confundimos los nombres,
las fechas,
los entierros,
a veces hace estragos la cerveza,
tosemos mermelada y limón y reescribimos
las semblanzas apócrifas del niño que jamás
quiso dejar de serlo, de aquel niño
que soñaba las manos del tamaño evangélico de un bosque.

Lo que nadie ha podido arrebatarnos
ha sido los desiertos, los estanques
llenos de escarabajos,
ni el teléfono público para hablar con los muertos,
nadie ha sido capaz de comprender
que los ciegos robáramos la luz a los semáforos
y sembráramos noches polares en los huertos.

Se equivocaron siempre las voces que intentaron
alzarse en nuestro nombre, quienes fueron
por nosotros a guerras que nunca declaramos
y llenaron los aires de cíclopes adúlteros,
hemos sido clientes
de centros comerciales subterráneos,
usuarios ingenuos,
arqueólogos de templos y hospitales
y a estas del tiempo en que buscamos
regresar al origen de un silencio lactante
no pretendemos ser
sino un poco de barro amasado cada día,
un poco menos plástico,
más ceniza,
eternamente nada.

Pero estamos seguros
de que al límite del bosque hay otro bosque
y en él seremos árboles
-serenamente árboles-
los unos
y los otros.

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