viernes, 29 de enero de 2010

No recuerdo si el aire era azul aquella tarde...

No recuerdo si el aire era azul aquella tarde
y si estaban mirando al otro lado
los perros policías,
vi, sí, que los aviones pasaban por encima del mundo como cisnes
y el sol era un filósofo ateniense
vestido de barítono.
Entonces ocurría
que los bancos del parque no pagaban impuestos
y era gratis subir a las montañas
y montar a caballo porque a todos
nos dolían las alas.
Era así aquella tarde y no importaba
si las calles crecían como puentes colgantes
o el tiempo era el anverso de otro tiempo
apenas comenzado, tú ponías
todas las estaciones y eras lluvia y agosto,
eras nieve y cosecha. No recuerdo tampoco
qué película vimos ni hasta cuántas
decenas de minutos alargamos las horas,
recuerdo sí, recuerdo claramente
que el viento estaba a oscuras y crecían
palmeras en el Ártico,
que tenían los templos las vidrieras
envueltas en pañuelos, que de pronto
la gente se olvidaba de morir y los ancianos
conjugaban futuros imperfectos
y, además, sucedía
sobre todo
que tú me habías cogido de la mano
y al mirarte
saltaron las alarmas en el fondo del mundo.

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