Si habláramos del tiempo cuando hablamos
del tiempo, y las palabras
retornaran después a sus silencios.
Si fuéramos capaces de erigir dos pilares
donde apoyar de noche el arco iris
y sembrar de luciérnagas acústicas
los huertos de manzanos.
Si a diez metros del mar le construyera
una casa al invierno con las puertas
enteramente abiertas.
Y si un día me pongo a dibujar
del color de tus ojos las copas de los árboles
y coloco en el cielo
la luna de la infancia
y el miedo y la neblina y las cigüeñas
que aún llevo en los bolsillos.
Y si vuelvo a reírme como un niño,
a pecar blancamente como un niño
y a rezar como un niño,
si me pongo a aprender
el nombre de las cosas al tocarlas
y sé cuántas hormigas necesita un verano
para esconder la lluvia
y te siento llegar,
y tengo frío,
madre...
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