miércoles, 12 de mayo de 2010

Hay que aprender la paz de cada día

Hay que aprender la paz de cada día
y hay que aprenderla a mano,
ganar la calle,
sudarla gota a gota
hasta verse uno mismo dibujado en las pupilas ajenas.
Vivir es caminar, morirse a ratos, volver a respirar y comenzar de nuevo
como un lunes de Pascua en que la luz reinventa
la blancura del agua,
sin embargo
no basta con llevar en las manos un revólver
lleno de ambigüedades,
no te vale vender ramos de lilas y dar gracias al cielo porque tienes
un amigo en el bosque
y una mujer abstracta
o sentarte a esperar a que los cuervos marinos se conviertan
en aves celestiales,
la paz hay que ganársela sin hacer que renuncien a sus horas
los relojes domésticos, sin cerrar
los despachos postales de la infancia
e izando al mismo tiempo la bandera del alcohol de los más débiles
y el sabor a estricnina de los próceres.
Un taxi a las estrellas costaría
mucho menos que un tanque o que el salario
de un francotirador,
una tarde en la ópera solamente te exige
lustrar bien los zapatos y ensayar tres o cuatro reverencias:
no hay color
y además es sabido
que Perseo y Ulises dedicaban su ocio a la poesía bucólica.
No hay paz para quien piensa
que el mundo se prolonga más allá donde el dolor no existe,
no hay paz para quien dice
que sólo en sus palabras hay belleza,
no hay paz para quien cierra el corazón,
para quien calla
cuando escucha que llaman a su puerta,
no hay paz sin sacrificio,
sin tesón,
no hay paz sin esperanza.

Lo sé, querida mía:
la paz hay que vivirla y yo he aprendido a vivirla a tu manera.

Poesía Pura 12 05 10

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