bajan descalzos los arroyos,
bajan a contraluz, como una aguja
de nácar que viniera
con un rayo de sol
hilando el tiempo.
Aquí,
la claridad no duerme nunca,
se posa en una flor
y desde el cielo
vigila el corazón de las acacias
y a veces, cuando llora,
se hace nieve.
Aquí,
sobre este instante
de aire detenido,
sólo aspiro a ser pájaro.
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