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Si allá donde estuvieres no alcanzara
la luz del sol
y el fulgor de tus ojos
no alumbrara los puentes
llegaría
a tientas hasta ti, te lo prometo.
Ya conozco la rara ingeniería
que preside la estética del limbo,
me rodean los símbolos,
las abejas brevísimas,
los rincones urbanos amueblados de amnesia,
la pureza, o quizás,
la inocencia ofendida de los árboles,
me acostumbré hace tiempo a pisar la hierba seca
y a no mezclar el mar con las edades.
No me verás jamás mirando al cielo
en busca de una fe que se me niega,
se me crece la nada sucesiva
y por ti llevo peces
de agua dulce corriendo por mi sangre.
Porque allí donde estés está contigo
la luz que no es del día.
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