viernes, 29 de enero de 2010

Cualquier cosa es mejor ...

Cualquier cosa es mejor
que los ojos hinchados de un náufrago en el agua,
cualquier cosa con tal de que no quede
ni rastro de la ropa,
ni señal del más mínimo vertido
que deja un trasatlántico al hundirse.
Incluso esa obsesión de policías borrachos
que custodian los puertos donde parten
barcos llenos de amantes, pero todos
hacia un mismo lugar donde el futuro
es un presente inmóvil.

Mil años nos separan de mañana
y sin embargo
si quedara una aldea brevísima en tu boca intentarías
contarme no sé qué,
el sabor, por ejemplo, de una lágrima
en las cartas que nunca nos mandamos,
el perfil de los charcos, la angostura
de los puentes de mimbre,
pero sabes
que no nos queda nada por decirnos
y además
nos espanta el sosiego que adquieren los objetos
cuando se hacen tan nítidos,
tan ciertos.

Mil años que no son sino el zumbido
de insectos planeando en las estatuas,
fuegos artificiales
que no alcanzan siquiera a suscitar
los ladridos de un perro.

Te pregunto:
¿Nadie sospechará que estamos muertos?

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