viernes, 8 de enero de 2010

Quiere salir el sol,

Quiere salir el sol,

niña Cristina,
quiere salir el sol pero tú sabes
que ha de llover a mares mucho antes de que el día acontezca.
Está tu piel temblando y no es de frío,
tienes fiebre en las manos y un hedor muy cercano nos avisa
de que sigue el invierno
y tus ojos, tan ciertos como un lago de nieve sobre el Ártico,
se nacen desde el fondo de una noche callada,
siempre atentos al sur
y siempre en vela.
Yo no sé qué pensabas de mí aquellas tardes de nubes en que ambos
nos sabíamos útiles y hablábamos
en idiomas distintos,
yo estaba sobre el quicio del mundo contemplando
las cosas y sus nombres,
yo crecía
entre aristas de esparto y vanidades a medias,
era
como decir te quiero y pronunciar albricias,
como partir el pan y no decir Dios Padre,
tú, en cambio,
ya intuías por mí que era preciso renunciar al azul del astrolabio,
ya mirabas por mí, niña Cristina,
caminabas por mí, y eran tus pasos un clamor en la jungla,
te reías por mí y conociste
el sabor de una lágrima sin verter una sola,
y eras niña no niña que entregabas al aire tu cintura,
y eras niña no niña con un hierro en las manos y una flor
sangrando en tus pupilas.
Hoy me hablas de ayer, niña Cristina,
con el peso de un siglo a tus espaldas políglotas,
hoy me dices que todo tu dolor fue imprescindible,
que el martirio era parte de un acuerdo contigo y sólo atisbo
un lejano sollozo que no enturbia
para nada tus labios.

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Poesía Pura

08 01 10

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