No te pido la voz, ni las montañas
azules de tu espalda donde pastan
los caballos marinos,
no te pido el secreto de tu estrecha cintura
ni el albor de tus senos
ni tampoco
el abismo flotante de tu ombligo.
Conozco de memoria cómo saben los cuerpos,
las manos enlazadas,
cómo pintan
las noches arcoiris con sus piernas,
voy buscando el asombro de las calles
donde un rayo de sol
camina a tientas.
Ha valido la pena prolongar
los umbríos fragmentos de este otoño,
sabes que el tiempo somos nosotros mismos,
las manos enlazadas,
el tiempo que no es tiempo,
ni siquiera
la tarde es un pequeño pecado venial.
No quiero nada más,
sólo aspiro a tomarme un café,
pero contigo.
129
No hay comentarios:
Publicar un comentario