miércoles, 20 de enero de 2010

No sé el tiempo que pueda ...

No sé el tiempo que pueda
tardar en derretirse tanta nieve
ni me importa si el agua discurre
debajo de los puentes mientras sigan
los muebles y los náufragos cansados
de un mismo emplazamiento.
El caso es que la gente tiene prisa,
la gente, con la ropa muy blanca, se exaspera,
con la ropa muy blanca, se estaciona
en las salas de urgencias voceando
primitivas zozobras:
las palabras apremian,
son agnósticas,
paganas,
impermeables,
ambiguas,
polisémicas,
hay nubes policías, las consignas
se escriben en los bordes de una taza de té
mientras queda en las calles un olor
a manzana prohibida
y este día
también ha amanecido tan temprano
que ahora mismo es ayer
o antesdeayer
y todo, en realidad, está ocurriendo
de forma virtual, todo sucede
tan engañosamente como si alguien
quisiera dibujar las utopías
de un extraño guión que nadie ha escrito.

Lo más grave de todo es que mañana
los diarios vendrán con las noticias
de todo lo que hoy no ha sucedido.



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