jueves, 28 de enero de 2010

No es un ángel el ángel que enmudece...

No es un ángel el ángel que enmudece
para hablar de sí mismo en una tarde de invierno
cuando empieza a llover y nada ocurre,
cuando el día se inclina hacia otro día
de sintaxis más pura,
no es nada que no sea ese monótono sonido de las nubes
al desnudar su asombro en los cristales
y ese espacio en silencio, casi esdrújulo,
que ocupa el pianista mutilado
y, aún así, nada ocurre.
También la luz a veces escribe pentagramas
muy largos de corcheas,
pentagramas azules
sin que nadie
se ahogue en la cascada de un silbido.
No es un ángel el mar, ni mucho menos
una isla desierta ha secuestrado
los manzanos en flor, pero a medida
que un cielo se descuelga de otros cielos
y la lluvia no cesa
van creciendo los juncos en los labios,
juncos y adormideras en los labios
de nuestros más amables asesinos.

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