martes, 19 de enero de 2010

Esa disposición que tiene el tiempo

Esa disposición que tiene el tiempo
de mirar hacia atrás
o esa resignación
de volver a empezar cuando ya todo
supura como un coágulo
y la luz
nadie sabe
cómo puede llegar hasta nosotros
es como un mirador que se llenara
de unas calles tan breves
que a poco que las andas te das cuenta
de que sólo unos metros más allá
comienza el fin del mundo.

Y de repente notas que tu cuerpo
se vuelve como un niño
con la mirada tibia y los labios lejanísimos,
un niño preventivo al que le pesan las manos
igual que las caricias,
se vuelve del tamaño
de una horrible ciudad donde lo cotidiano
consistiera en un ir desentendiéndose
de aromas sucesivos
o en un ir desclavándose de instantes gratuitos
hasta acabar viviendo como un huérfano,
y tú eres ese huérfano,
tú eres del tamaño
de esa inmensa ciudad donde en invierno
no crían los gorriones y a las siete
se enferman las farolas y tiritan
geométricos neones
y la única
complicidad que acaso te concierne
es decir que estás vivo,
sentirte que estás vivo,
respirar
un poquito
y por la tarde
enterrar dignamente a los que han muerto.

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050

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