Después de tanto tiempo,
después de haberme hundido entre los médanos
de una luz extrañísima
y de haber enterrado en el desierto las ciudades de tiza,
después de que he admitido
que el universo entero es lo mismo que una mano,
que mi mayor delito es la pereza
para llenar de aceite atemporal las lámparas,
después de tanto tiempo sin que nadie
viniera a equivocarme
ahora creo en milagros,
ahora creo en los ojos zurcidos de un leproso y en la piel de un jurista,
ahora creo en el árbol que aborrece los valles
y en la largas trompetas del Apocalipsis,
creo en la utilidad del sombrero de paja, en la bondad del lechero,
en un vaso de agua, en la ternura
de un gato moribundo
y creo en el decálogo que redime a los telegrafistas
y en la Sopa de Ganso y por supuesto
que creo en Groucho Marx
y en la muchacha búlgara que recita poemas de Baudelaire.
Después de tanto tiempo recelando del aire de los pájaros
ahora creo en milagros porque creo
sinceramente en ti.
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