¿Alguien sabe si hay piedra
adentro de la piedra,
alguien sabe
si el eco que se filtra en el granito,
tal vez sobrevolándonos,
es parte de un dolor que si se olvida
parece estar más lejos?
De verdad, ¿alguien sabe
si existen otras muertes adentro de la muerte?
Si en realidad morir es una excusa,
algo así como un rito
de acacias y metáforas
que se ha hecho una costumbre,
si morir es firmar una renuncia
al tacto y al color de la música en los árboles
¿por qué nadie se muere
sin haber estrechado la mano del verdugo,
por qué nadie
abandona su ropa y adopta la apariencia
de un muchacho desnudo que dejara
al acaso lo poco que le queda?
Morir es adentrarse en un paisaje
sin puertas al estío,
es un tiempo de bosques pantanosos y noches mal cosidas,
la orfandad del telégrafo, la infancia
cubierta de aire líquido,
vivir esos momentos
que no acaban de ser y nunca han sido.
Morir es reencontrarse con el brillo
que las cosas perdieron,
es vivir sin preguntas y encontrar
un atisbo de luz simplificada.
Morir es, simplemente,
hallar la explicación que nada explica.
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