Te debes preguntar
por qué existen caminos, senderos y
autopistas si en realidad
nunca sales de ti y es tu destino
ir a ninguna parte.
Es absurdo pasar la vida entera
costeando avenidas
que no vas a cruzar o regalándote
un tiempo que no es tuyo
y es terrible tener que estar pagando
peaje por mirar,
por palabras que callas,
por el timbre de voz,
por la saliva
peaje por usar la estilográfica de
pequeño burgués
y dibujar la luz con tinta albina,
peaje por subir al autobús, por leer
los periódicos
en la montaña rusa
peaje por las sales de baño, por
mañanas que nacen
con perfume de lilas,
por llorar a diez grados bajo cero o reír
a medianoche
por ser hombre o mujer, por ir al cine
del barrio, por dormir con un ojo en
el sueño y el otro en la ventana,
por llamarte Moisés y apellidarte
Expósito,
por ser poeta en vano,
peaje porque sí,
peaje porque no.
Pero hay algo peor, y es que si
piensas
que hay países lejanos de pichones
salvajes y heroínas
con los muslos de azúcar,
maldecirás incluso de la hierba que
crezca bajo el signo
de los miércoles santos,
porque tú, que te crees
ser hijo de este siglo, desconoces
que en esta sociedad
quien no claudica es huérfano.
.
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