domingo, 26 de agosto de 2018

Seguramente hay alguien



Seguramente hay alguien
que se ha dejado abiertas por descuido
las puertas del infierno
porque en todas las calles y en todas las esquinas
huele a fusilamientos.
Y es que en esta ciudad se han construido
los sepulcros a ras de las palabras,
al nivel de las cosas y al hablar
quedan tan evidentes los cadáveres
que se ve que son muertos discontinuos,
muertos que se contagian de los vivos,
muertos hereditarios.
Pero aquí hay que vivir, aquí tenemos
el aire gratuito y las estrellas
no sufren de estrabismo.  Por lo tanto
tenemos que vivir
aunque las noches traigan
sueños recalentados y estén llenos
de inocencias pretéritas los parques,
tenemos que vivir
aunque las noches traigan
sueños recalentados y estén llenos
de inocencias pretéritas los parques,
tenemos que vivir
aun a expensas de cartas que no encuentren
ni un cartero de cuento que las lleve,
aun a expensas de algunas primaveras
que lleguen con retraso y que nos dejen
un perfume en el aire tan corriente
como una incertidumbre.
Pero aquí hay que vivir, hay que seguir
viviendo a toda costa, como vive
el corazón a ciegas de una madre,
hay que vivir al lado del anciano
que mira atardecer en blanco y negro
y al lado de esos niños que no saben
que nunca fueron niños, sino muertos
nacidos muy despacio.
Hay que vivir,
vivir
y llegar algún día a retratarse
sobre un viejo caballo de cartón
y hacer que sea posible una metáfora
y el canto de un zorzal y un pensamiento
que viene sin bautismo, y el murmullo
de una flor de coral que se nos nace
debajo de las aguas,
hay que escribir un verso, muchos versos,
escribir
un poema de amor cada domingo.


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