sábado, 27 de abril de 2013

Llegado este momento me doy cuenta





Llegado este momento me doy cuenta
de que nada ha cambiado, de que todo
está en el mismo sitio,
las puertas, las ventanas, los estantes
atestados de libros, el jarrón
con espigas de trigo, como si alguien
se hubiera preocupado de clavar
el tiempo en las paredes.
Y aquí estamos, los mismos, los que andábamos
con las manos de púlpito y los labios
parados a las doce, los que íbamos
plantando margaritas en los charcos
y ensayábamos besos circulares
y caricias de nube entre la lluvia
como si una mirada o un deseo
fueran un adulterio.
Ninguno hemos crecido hasta la altura
de un maizal en agosto,
ninguno hemos dejado en los arcenes
el silencio sobrante o las maletas
que no nos pertenecen, mantenemos
los ojos de la infancia,
los sueños de la infancia,
las prisas,
las urgencias de la infancia
y nadie nos ha dicho todavía
que la vida precisa aprendizaje,
que se aprende a llorar, que ni siquiera
la angustia y el dolor son gratuitos.
¿Recordáis?
Aunque no hubiera parques se llenaban
de gritos los estanques,
aunque no hubiera árboles hervían
las tardes de gorriones
y aunque no hubiera sol ni hubiera aire
estallaban de luz las mariposas.
Y es que nada ha cambiado,
es que estamos
a jueves, a mañana de jueves y hay colegio
y esta tarde es abril y cogeremos
agrillas en las lindes y manojos
de berros en las fuentes.
Pero todo está igual, exactamente
todo en el mismo sitio,
las puertas, las ventanas, los estantes
atestados de libros, el jarrón
con espigas de trigo,
y vosotros
y yo
y el asombro de niño que nos lleva,
cuando llega la noche, a nuestra infancia.

 

Poemario "Donde se pone el sol"

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